sábado, 1 de noviembre de 2014

Certain People I've Known IX

El adulto "forever niño"

Por la misma fecha en que había vuelto a hablar con mi ex, había conocido a un tipo en una fiesta. Superaba los treinta, era bajito, con cara juvenil y me pareció muy simpático. El problema estaba en que ese día yo estaba muy ebrio y sólo recuerdo algunas cosas que dije e hice. Sé - porque es importante - que lo besé y que él me pidió mi número de teléfono. Luego de ese día conversamos muy de vez en cuando y al cabo de un tiempo lo borré, porque siempre sentí que se le iba la onda, por más que le sugerí que saliéramos tampoco aceptó y yo no voy por la vida rogándole a nadie.

Pasaron dos meses más o menos, cambié mi número de teléfono y justo el último día que mantuve el antiguo teléfono prendido, me saludó, hablamos un poco y le dije que efectivamente dejé de hablarle y que lo había sacado de mi libreta de contactos dada la poca fluidez de nuestra conversación. También le conté la casualidad del cambio de teléfono y la suerte que había tenido de encontrarme. Recuerdo que al día siguiente me llamó por teléfono y hablamos mucho rato, incluso me sugirió que nos reuniéramos, pero pasó algo más de una semana para concretar. Cuando salimos fue muy entretenido conversar, comer, reirnos de tonteras y al final pasé una tarde especial. Al caminar en dirección a separarnos me preguntó si nos veríamos nuevamente, yo respondí que sí, que me interesaría seguir en contacto con él.

Durante la semana que vino salimos seguido, él fue muy propositivo, nos mantuvimos siempre en contacto por texto o por teléfono, cosa que me sorprendió, puesto que esperaba que con la mayor de las suertes, pudiera verlo al fin de semana siguiente. Durante estas salidas conversamos distintas cosas, él mostrándose como alguien sumamente derecho y sincero, sin esconder la sensibilidad que a tantos hombres nos cuesta revelar. Incluso recuerdo que destacó que yo tenía una imagen más madura para alguien de mi edad, que mostraba tener un carácter muy especial y que, a pesar de mostrarme complejo en ciertos aspectos, le parecía atractiva mi personalidad.

Hablando de conocernos, ambos expresamos la idea de no querer hacer el loco ni hacernos perder el tiempo, que en el momento no estábamos saliendo o viendo a nadie más y que preferíamos conocernos de a poco, pero sabiendo donde estábamos parados. Durante las últimas dos veces que nos vimos tuvimos un acercamiento físico rico, pero que finalmente rechacé, porque por mi mente pasaron todas las víctimas anteriores, todas esas personas con las cuales tuve sexo sin sentir nada y salieron uno por uno a recordarme lo banalizado que estaba mi concepto del sexo y el poco valor que en ese momento tenía mi vida afectiva - sexual. Ese día me di cuenta que este tipo era distinto, que yo no quería solamente salir un par de veces, darnos unos besos locos, tirar y pasarlo bien. También me di cuenta que salíamos seguido a comer a lugares del sector Providencia - que no es del todo caro, pero tampoco es tan barato para alguien que está terminando un magíster, sin un trabajo como sustento - así que de una manera muy enredada y torpe (porque me sentía avergonzado e incómodo) le di a entender que teníamos distintos poderes adquisitivos y que esperaba que lo entendiera, puesto que no deseaba que ese tema se transformara en una piedra de tope en el proceso de conocernos.

Pasó esa semana y yo tuve que viajar a Viña del Mar, pero pensé que no por no poder verlo me iba a ausentar o que no iba a querer saber de él, así que intenté mantenerme presente, saludándolo o dándole a entender que estaba ahí. Él se escudó toda la semana que no podía responder mis mensajes ni llamadas, porque tenía mucho trabajo. Aquí vino mi primera caída, sentí que algo andaba mal, según él, todo iba bien, salvo el estrés del trabajo y sus problemas personales. Quedamos de conversar en persona, pero no pudo ser tan pronto como yo quería, así que dejé de hablarle, sentí que siempre estaba yo ahí, buscándolo, demostrándole interés... desaparecí.

Al cabo de unos días, me llamó por teléfono y hablamos, le expresé lo que sentía, pero se disculpó diciendo que estaba lleno de trabajo y que estaba enfermo, que no tenía ánimos de nada, que andaba con poca energía y dormía mal. Yo no sé si seré muy duro de cabeza o qué, pero me pongo en esa situación, hago el intento de entenderlo, pero digo "no, no hay caso, por muy enfermo que yo esté, no me cuesta nada escribirle un mensaje para saber de él, es lo mínimo".

Logramos juntarnos después de dos semanas de no habernos visto las caras y conversamos, se sinceró y me contó en profundidad los problemas familiares que tenía y por primera vez lo vi emocionarse (sin llegar a las lágrimas) y me produjo ternura, tanta ternura, que me dieron unas ganas locas de pararme de la mesa en donde estábamos tomando té y olvidar a todo el mundo que nos pudiera estar mirando, tomarle la mano, abrazarlo y robarle un beso suave, delicado. No pude, no sabía si podía hacerlo. No sé cuales son los límites permitidos, no sé si me puedo poner cariñoso sin espantarlo.

La dinámica se mantuvo así: hablar un día, otro no; mandarle mensajes con propuestas que no respondía, tomar distancia; esperar que él me hablara, hacer el intento de conversar con fluidez. Confieso que esto me produjo una confusión importante, así que le tuve que decir simplemente que me gustaba, que no lo miraba como un amigo al que de vez en cuando le daba besos, que sencillamente él me atraía. Según él, yo también le gusto, que va a tomar este tirón de orejas para hacer mejor las cosas, pero sigo sin entender cómo a alguien que supuestamente te gusta "lo descuidas". 

Luego de eso me invitó al cine, lo pasé súper bien e incluso me vino a dejar a casa. De repente, entre la filosofía y el reflexionar, pienso que quizás esas son sus formas de demostrar su interés, que quizás yo también he ayudado con la barrera del poco acercamiento físico, del no jugármela con pasión en los momentos en que lo tengo en frente para robarle un beso ¡pero puta que quiero acercarme!

Nuevamente intento pensar en la gran cantidad de cosas que pasan por su cabeza, en su edad, en que ya no todo es tan fervoroso como lo fue antes, que quizás existen miedos, que también quiere sentirse querido, pero sigo sintiendo que él hace su vida normalmente, sale con sus amigos, trabaja, hace ejercicio, mientras que en el fondo del saco, de vez en cuando, recuerda que existe este chico que le demuestra su interés, pero que no logra ganar terreno y sólo se aparta.

Te voy a guardar en una cajita,
ni muy grande ni muy pequeña.
En la tapa, con un bonito rótulo,
escribiré que allí yace tu alma
para que cuando te eche de menos
sepa donde encontrarte.


No hay comentarios.: