martes, 8 de marzo de 2016

A un año de la última actualización

Habíamos olvidado cómo querernos

¿Se han fijado que a veces nos vemos forzados a cambiar, a plantarnos frente a la vida de otra forma? Con el pasar del tiempo y dada mi naturaleza melancólica, lo pasé muy mal, solía repasar muchas situaciones, intentando explicar todo bajo una atmósfera de lógica infinita, cuando muy por el contrario, la vida muchas veces no es lógica. Quizás cuando cambié mi forma de vivirla, aprendí a disfrutarla, a vivir momentos de adrenalina, de pasión por diversas cosas, aprendí que no todo es lógico y que no todo lo ilógico es sinónimo de malos momentos. Rendirse a la espontaneidad para mí implicaba dar mi brazo a torcer, sentir que perdía, que las cosas efecivamente no iban a resultar del modo en que yo lo había planeado. A fin de cuentas: ¿qué tal si así estaba mucho mejor? 

Con varios me pasó que dejé las cosas fluir lo más que se pudo, pero a más de alguno igual terminé descartándolo porque sentí que jugaba en varios lados. Ya, que yo soy galán, lo soy, pero nunca falseando, siempre de una línea. Y claro, si desde que adopté esta forma relajada de relacionarme, de igual modo no pude cambiar mi naturaleza, no pude dejar de ser directo y dejar las reglas del juego siempre claras: "Si esto es algo netamente casual, de cama, de entretención, bien, disfrutémoslo juntos, pero si me pintas que quieres salir, conocerme, pues bien, hazlo, no me cuentes un cuento". Esa era mi frase de cabecera. Yo no estaba para perder el tiempo. Desgraciadamente creo que la gente tiene miedo - quizás la intimido -, se hace la huevona y de igual forma termina no llamándote o te deja de escribir simplemente. Eso a mí me aburre, no me va el no tener las pelotas de decir "algo de ti no me tinca, prefiero seguir como amigos". ¿Se supone que luego de eso me voy a lanzar a llorar? Al contrario, admiraría a quien me lo dijera.

Luego de mucho divagar, de volver a mis andanzas libertarias, de no intentar siquiera querer a alguien, pues todos terminaban actuando igual - ya sea porque estaban despechados, porque piensan que es mejor pasarla bien estando solos o porque en realidad creen que lo mejor es meterse con uno y otro, sin compromisos - me di cuenta de algo que me sacudió. Siempre he pregonado el amor propio que me tengo, la seguridad con que me planto en la vida y el amor que tengo guardado en algún lado para ese otro, para mi ser especial, pero una vez que apareció alguien "escogible", uno a uno los terminé despachando. Siempre había algo que no me gustaba, que me fastidiaba de sólo pensar que tendría que lidiar con eso. En gran parte eso lo adquirí en mi época de "tomar y llevar", porque yo cazaba, cobraba víctimas como si estuviera comprando mercadería en el supermercado, porque en cada one night stand esas fallas no las notaba, en un par de horas juntos no tenía que bancarme los defectos, eventualmente la solución más fácil era vestirse e irse. Y bueno, un día desperté y pensé "déjate de huevear, si quieres algo estable, tienes que aprender a convivir con los defectos, con que no sean totalmente como te gustan físicamente, que no sea brillante ni que sea letrado, que no sea 100% ese ser especial que durante años has esculpido en tu cabeza". Y es que en esa frase todo cobra sentido, en parte, con ese actuar exigente, poco tolerante, también habíamos olvidado como querernos, habíamos renegado de lo importante que nos resulta compartir el tiempo con nuestro alguien especial, sentirnos apoyados, deseados, admirados.