lunes, 23 de octubre de 2006

Vehemencia III

La Huída
Beatriz continuaba en la clínica y no sabía qué hacer al respecto, necesitaba salir del lugar, deseaba con ímpetu correr y correr con Ágatha; anhelaba profundamente poder ayudarla y arrancarla de su calvario.
Una de las cosas en las cuales los encargados de la "corrección de conducta" incurrían de vez en cuando, era en la tortura, con la única y macabra idea de poder así, influenciar sus pensamientos y en especial, su sistema límbico, para que de algún u otro modo, repercutiera en su conducta, sus emociones, su memoria, "advirtiéndole" del comportamiento que debía mantener, para no tener que sufrir nuevamente estas molestas vivencias.
Fue así como de vez en cuando la llevaban a una sala herméticamente cerrada, en donde le aplicaban diversos tipos de castigos dolorosos, a los que ella no podía resistirse. En cada ocasión en que dichas inhumanidades eran ejecutadas, nadie sospechaba qué era lo que realmente hacían con ella; sólo Beatriz, quien era la más apegada y amistosa con ella, sabía por todo lo que estaba pasando. Solamente por este motivo, las dos se comprometieron en un pacto, jurando que de algún motivo saldrían del hospital y que volverían a ver la luz del día desde alguna otra perspectiva, totalmente ajena a la que vivenciaban.
Por fin convino la mejor manera de realizar su hazaña; necesitaría la ayuda de algunos enfermeros y asistentas, los cuales la respaldarían en la no administración de ciertas drogas que deliberadamente se le suministraban a la mujer, también la actuación por algunos minutos y por último, pensar cómo burlar la vigilancia.
A medida que los días pasaban, creaba en su mente cómo pedirle la ayuda a los “doctores”; un día de ingenio, encontró la mejor manera, exponer y solicitar clandestinamente el apoyo que necesitaba, dio a conocer su punto de vista de la situación y al notar la disposición de ellos en ayudarla, acordó con sus cómplices llevar a cabo el plan.
El día había llegado, tenía todo plenamente bajo control, ayuda lista, a Ágatha completamente “limpia” (entiéndase como si fuera “sin droga alguna”), y los guardias previamente dopados con una pequeña dosis de dopamina, una cantidad moderada para así no causarle ningún desperfecto neuronal; lo único que faltaba era concentrarse y poner todo de su parte para lograrlo; sabía que su amiga tenía en ella, depositadas todas sus esperanzas de salvación, no veía de ninguna otra manera una posible fuga, no existía otra situación más evidente y tentadora que aquélla.
Eran las 20:30 horas, la etapa de cena en el hospital, los enfermeros y enfermeras como de costumbre, sacaron en pequeños grupos a los pacientes al comedor, una vez realizado ésto cogieron a Ágatha y la mantuvieron resguardada junto con Beatriz en una sala pequeña para así descansar lo suficientemente como para recuperar energía y reposar la cena.
Siendo las 21:00 horas tomaron sus cosas - las más esenciales - y comenzaron a ejecutar su escapatoria. Al llegar a la caseta del guardia notaron que ya estaba durmiendo así es que le sustrajeron el manojo de llaves, abrieron la puerta y corrieron a toda velocidad hacia la puerta general de entrada, en donde no debería haber ningún guardia, puesto que sus “amigos” simularían algún accidente con un paciente, lo que les permitiría contar con minutos extras para escapar sin ser sorprendidas por nadie.
Al abrir la puerta, notaron que efectivamente no había nadie, y lo más rápido que pudieron, emprendiendo su huída.
Pudieron ver la luz de un nuevo despertar, pero esta vez sintiéndose felices, cosa que no hacían desde hacía mucho tiempo.
Ágatha, que estaba en perfecto estado - aun después de haber sufrido tanto en aquel lugar - además del regocijo producido por la libertad, palpaba en carne propia, la muerte de un yo muy especial, ese yo que todos queremos dejar atrás, con el cual combatimos para ver quién perdura en el tiempo, cuál de los dos derriba al otro, dejándose el futuro por delante para sí mismo, sin necesidad de depender de la otra mitad; afortunadamente para ella, el lado del bien había ganado en la última y más importante partida.