domingo, 28 de noviembre de 2010

Una Verdadera Mentira I

Frívolo, así me dicen.

Si hay algo que a Martín le moleste es que algo no le resulte tal como él quiere, pudiendo ser desde un simple plato de tallarines hasta el enredado ensamblaje de una tubería en la cocina.
 Cada vez que esto sucede ni siquiera sus clases de tenis pueden batallar contra la inminente descarga de frustración e inestabilidad que de él nacen. A decir verdad, tampoco es un tipo del cual se podría esperar pasividad, bajar la guardia nunca está dentro de sus planes, no es un concepto que esté patentado en su diccionario. 
Pareciera que Martín tiene un carácter de temer y es verdad.

Durante las semanas anteriores a las Fiestas Patrias estuvo divagando con un tipo, uno que según él, le hacía ojitos en sus clases mientras se daban de dobles y reveces, pero la verdad es que yo vi todo, el tipo jamás siquiera le sonrió; a veces es tan fantasioso que llega a dar lástima el pobre, alucina hasta con que un profesor anda detrás suyo, pero es todo mentira, pura ficción. 
Muchas veces he intentado hacerle entender que su cabeza tiene que dejar de crear tanta mentira piadosa, que tiene que convencerse él mismo primero, porque de no hacerlo, lo único que conseguirá es que la gente lo empiece a tachar de loco y, sinceramente ¿a quién le podría gustar eso? Como si la cosa fuera juego.

Martín es de esas típicas personas que cuando niños eran buenitos, pero que llegada cierta época decidieron darle un giro a su vida y volverse casi unos inadaptados, persiguiendo y acosando a todos los que detestaban, pero sólo verbalmente, porque no tenían las agallas para convertirse en matones. Seguramente pensaba que de ese modo sería alguien al cual se le debía respetar, porque era peligroso, así como los medios de comunicación.

Martín es frívolo y calculador, pero a la vez es tan falso como un ladrón reincidente alegando por su inocencia, puesto que lo único que desea en la vida es sentirse querido, respetado y aprobado, pero él no se lo dice a nadie por miedo a mostrarse como un ser etéreo que va volando de flor en flor para suplir sus carencias.