martes, 28 de agosto de 2012

Epístolas Para Nunca Entregar I

Confieso que ...

Quiero reconocer que desde ayer no tenía la oportunidad de estar en mi casa y sentarme en mi dormitorio a pensar sobre la última conversación que tuve con quien creí que nunca más iba a volver a ver desde aquella vez en que "decidimos" no seguir saliendo y que, pasados unos meses, unas conversaciones, llamadas y reuniones, nuevamente decidimos hacer una especie de alto en esta línea de tiempo que nos une y volver a la incertidumbre.

Hoy es cuando públicamente digo que mi estadía se hace un poco tétrica, no tengo esperanzas en que de improviso me llegará un mensaje o que mi teléfono sonará con su tono particular de llamadas, desarmándome e indicándome que es él o que, luego de enviarle un mensaje de texto a su celular, en un osado acto de necesidad - cariño, me lo respondiera con la usual rapidez.

Me complica estar hablando de él como si estuviera muerto, como si no lo fuera a ver nunca más, sé que quizás tiene que ver con mi fantasiosa metodología de borrarlo temporalmente del mapa, esperando ansioso que llegue la fecha en que por fin sabré si el quiebre es definitivo o no, pero más aún, me mata saber que puedo perderlo, porque por más que me niegue muchas veces a reconocerlo, puta que se volvió importante para mí desde ese primer día en que junto a un paradero nos besamos, preocupándome de esconder mi leve nerviosismo y de quitarle el miedo que tenía.


Y ahora, la parte más cruda, me entristece profundamente saber que lo único que por ahora me queda es un texto que dice al final "Duerme bien, Ricardo, un beso" y un pacto incierto, casi a medio andar, sellado con un beso en la cara y una interrogante en mis ojos, mientras me quedo parado en un desierto en donde sólo escucho mi propio eco diciéndote cuanto te quiero y necesito. 

Cause I swear it's you, I swear it's you that I've waited for
I swear it's you, I swear it's you
I swear It's you that my heart beats for
And it ain't gonna stop. No it just won't stop.