jueves, 22 de mayo de 2014

Certain People I've Known IV


El hambriento aguantador

Luego de muy poco tiempo en la página web, mi éxito había llegado. La cantidad de conversaciones y propuestas empezaron a aumentar y, como un buen servidor, le di entierro a todo aquel que necesitara de una mantención a las visagras. Un día de esos apareció una víctima que decía poseer habilidades orales fuera del planeta y, como todo buen científico, tenía que comprobarlo para creerlo.

Quedamos en que vendría a mi casa, creo que era un viernes en la noche y me quedaría solo. Por fotos no parecía terrible, sino más bien pasable, con un aire nerd, pero lo convidé igual. Llegó, con lentes al estilo Clark Kent, pero sin el cuerpo de superman. Todo era aceptable, salvo su dentadura, era lo más matapasiones que hasta el momento me tocaba, pero ni modo, le indiqué donde estaba mi dormitorio. Como yo me estaba tomando una piscola, le ofrecí una, la cual aceptó sin mayores rodeos. Al rato de conversar, de contarme que era abogado y que trabajaba en no sé donde, sacó las garras y empezó a hablar haciendo insinuaciones sexuales evidentes.

Habíamos conversado previamente qué tipo de cosas "nos prendían" y él me indicó que los shorts muy cortos (estilo gimnasta o Caszely 62') y apretados, los que dejaban mucho a la imaginación y despertaban en él unas fervientes ganas de dirijirse al país. Yo, calculador, usé unos de ese estilo justo para la ocasión. Se sorprendió cuando me abrí el pantalón y quedaron expuestos. Con una pausa que le hacía sufrir, me saqué los jeans y mostré mis generosos muslos en esos diminutos y tentadores shorts. Se acercó, se arrodilló y se lanzó de cabeza a su presa - se definía como un excelente orador - mientras que yo me regocijaba ante brutal travesura. Poco a poco las cosas se fueron dando hasta que quiso llegar más allá y me pidió que le diera su merecido. Se suponía que él dentro de sus amplias aptitudes contaba con un diplomado en aguante. Entonces empezamos a entrar en el camino pedregoso y ver qué tan cierto era todo, quizás su currículum estaba alterado o ciertos detalles estaban exagerados.

Creo que luego de más de media hora y de unas dos detenciones (a petición de él, porque estaba alcanzado la cima y no quería saltar al precipicio aún), logré ponerle fin a este tortuoso encuentro. Sí, digo tortuoso, porque se me hizo eterno, la conversación, la previa, el juego completo, realmente la mejor parte llegó cuando me empezó a dar la espalda, porque la verdad es que sus dientes me ponían nervioso, eran una literal ensalada y le restaban mérito a todas sus habilidades.

Luego de completar todo el rito y alcanzar el happy ending, pasó al baño, se retocó un poco, tomó sus cosas y se marchó, pensando - muy ilusamente - que volvería a contactarlo. Como habrán de imaginar, eso nunca pasó.