miércoles, 20 de enero de 2010

Confesiones En La Barra II

Solo Con Mi Almohada

Hoy no tengo ganas de ir a tomar donde Gustavo, me siento pésimo, siquiera me atrevo a elucubrar un intento de piropo para alguna presa, acabo de recordar que el traje que cargo a diario me está pesando demasiado y eso es realmente alarmante.

Así como soy capaz de enamorar a medio Santiago, también debería haberme dado cuenta que hace rato mi rol de animal pide un descanso, que necesito dejar de ser tan marginal y empezar a creer en que existe ese alguien en quien puedo apoyarme, sentirme atendido, comprendido, valorado y amado.

¿No sería malo, después de todo, no?
Si al final no puedo jugar a ser Dios, no, eso no pinta bien, para nada.
La cosa es que esto estaba latente hace rato, las ganas de decir "basta" va más allá del cansancio físico, la verdad es que estoy muriendo emocionalmente, la soltería vitalicia de la cual me vanaglorio comúnmente es más tajante que mi excitante travesía por camas ajenas (y eso ya es mucho decir).

Fui claro, estoy reconociendo mi derrota, aquí mi teatro empieza a desmoronarse, dejándome en pañales, desvalido, como si fuera un eunuco, casi inservible, sin posibilidades de improvisar.

El asunto ahora es más denso: ¿cómo cresta voy a actuar frente a un tipo que me llame la atención sin caer de nuevo en el patético y pedante juego que estoy acostumbrado a montar?
Quizás ese sea mi mayor reto, evolucionar, mirar a los hombres de otra forma, ya no son genitales deambulando por la calle, por la vida, sino que son formas orgánicas aún inexploradas como tal por mi fogosa mirada.

Bueno, nueva vida, aquí voy....
Recíbeme con las piernas... eh, brazos abiertos.