lunes, 23 de junio de 2008

Blue Sensation IV

Pasión Carnal


- ¡Llegaste, qué alegría! …
- Ven, acércate a la cocina, cuéntame ¿Cómo te fue?

Eh, Bien, pero estoy un poco cansado, la oficina me mata de a poco…
¿Y tú, cómo has estado, cómo estuvo tu día, el trabajo?

- Bastante agradable, aunque la inspiración no me ha acompañado mucho, de hecho, por estos días no me ha venido a visitar, no me he podido dejar llevar… (Si supieras lo que me pasó hoy entenderías mucho mejor) … pero sé que las cosas mejorarán, no me desespera no escribir tanto como antes (Realmente me desespera, soy un mentiroso, te oculto que Francisco me vino a ver, porque sé que lo detestas y te pondrás un poco cargante, me bombardearás a preguntas y cosas por el estilo)
¡Oh, qué lata! Espero que en los días que siguen mejores… Si quieres, yo te puedo motivar a escribir, o sea, de buena persona que soy me ofrezco, no te lo tomes a mal…
Pone cara de pícaro, insinuándome algo.
-No, no te preocupes, creo que puedo hacerlo solo…
Arroja al cuchillo con el que estaba picando la lechuga en el lavaplatos, se seca las manos e imprevistamente toma a Tomás por el cuello y lo besa. Sus tibias manos emulan la búsqueda de las de su amante, pero sigilosa y melosamente se posan en sus caderas, lo abraza con fuerza atrayéndolo hacia sí mientras siente cómo se estremece con cada caricia, cada beso es signo de una inmensa humedad que no quiere dejar libre a ninguno de los dos, la respiración se vuelve un tanto más rápida, sus cuerpos desean extrapolar la situación…
Mientras buscaban un lugar para calmar la inmensa potencia que albergaban, movimientos bruscos y desesperados se encontraron entre sí, chocaban las manos, los dedos se entrecruzaban y forcejeaban por liberar la energía sepultada en la prisión en que se comprimía. Tantas veces antes habían dejado que el espeso espectro calorífico se esperara hasta que ya el barco se había hundido, que, sin pensarlo, tiraron cubiertos y utensilios al suelo, platos y fuentes fueron desplazados hacia los costados con precisión, el mesón de la cocina era el lugar elegido, el regazo que se les ofrecía era tan o incluso más apetitoso que un colchón a medio entibiar, por lo menos, en algo podrían variar.
El sudor comenzaba a emanar suave y lentamente, los besos hacían otro tanto empezando a producir pequeños temblores en zonas que se mantenían bajo siete llaves, la presión quería abrir el grueso eslabón de la cadena e invertir el tiempo en el movimiento hormonal, sin lugar a dudas quería ser la reina del espectáculo. Sí, quería marcar presencia en la escena.
Apresuradamente comenzaron por desabotonar sus camisas, gracias a las caricias mantenían el “Baño María” en perfectas condiciones ambientales, fue así como al rato de entibiar la ropa, uno casi encima del otro comenzó sutilmente a pasar los labios por cuello ajeno, calmadamente revisaba el terreno para poder entrar de lleno en la construcción.
- Tomás, calma, sabes que eso me mata, no responderé, calma!
Sin pensarlo nuevamente lo tomé fuertemente de los costados del abdomen, más relleno que el mío, pero no menos exquisito, y lo subí al mesón blanco, le quité la camisa a la fuerza mientras exploraba sus diminutos matorrales en su casi llano sendero.
Sinceramente, lo besé con ansias de sentir sus labios presionando los míos, su lengua me parecía un delicioso manjar que sólo yo, y nadie más que yo, podía probar; después de todo, este maniquí ya tenía mi código de barras estampado en una de sus nalgas.
La envoltura me estaba molestando, presionaba tan fuertemente que deseaba que alguien me auxiliara, me sentía enfermo, enfermo de deseos por fraguar el momento. Sin pedírselo, amablemente optó por desvestirme y tocar con sus manos mi sudoroso cuerpo.
¡Benjamín, te deseo, no aguanto más, finiquitemos esto ahora!
Cual Sr1. Y Sr2. Smith, optamos por amarnos en medio de un fogón que ardía de tal manera, que las chispas salían en todas direcciones. La fricción y la pasión desbordante nos invadieron hasta que ya no pudimos aguantarnos, y en un extensivo instante, que traté de hacer durar para irme con el premio mayor, ambos, casi al unísono, descargamos con tanta furia, que por un momento dudé si era animal u hombre.