jueves, 8 de mayo de 2014

Certain People I've Known II

La historia del musculoso sumiso

Era verano, yo andaba ganoso, él me parecía algo mayor, pero al momento de ser superficial
tenía dos requisitos impagables: era pasivo y tenía un cuerpo muy bien trabajado. Yo nunca he sido demasiado excluyente respecto a la edad, salvo que por lo general no me interesan los cabros chicos y, por el contrario, me producen una atracción fascinante los hombres sobre los treinta años. Me despiertan las pasiones, asumo - por las tantas reflexiones que hago frente al tema - que es porque tienen un aspecto más masculino, el paso del tiempo en sus caras se reflejan por una barba más espesa y los rasgos más marcados, quizás más toscos, pero más sexuales, más experimentados.

Creo que hablamos un día, nos presentamos, hablamos acerca de nuestras intenciones y quedamos de juntarnos un día, porque habíamos congeniado. Recuerdo que él se iba a escapar a la playa durante el fin de semana, así que propusimos juntarnos a la semana siguiente.
Todo bien, pasó la semana y él me contactó nuevamente, avisando que ya estaba de vuelta en Santiago y que yo le dijera cuando quería que nos reuniéramos. Pues bien, sin dudarlo le dije "mañana en la tarde", me dio su dirección, algunas indicaciones para llegar y coordinamos una hora después del trabajo. 

Llegué atrasado como unos diez o quince minutos - para variar -, pero le avisé que iba en camino, porque era la hora de la congestión en el tránsito. Entré en el departamento, noté que era amplio, con una linda vista y una ambientación muy bien pensada entre la música y la iluminación.
Aunque en un comienzo estaba algo ansioso, le pedí un vaso de agua y me dije "¿a ver, a qué viniste?" y listo, me dejé llevar. Lo besé con furia en la cocina, lo sujeté fuerte y lo arrinconé contra una pared, pronto mi silueta empezó a cambiar y él notó que algo le presionaba el cuerpo, así que dejé que sus manos encontraran lo que hace tanto rato deseaban explorar. Ante mi acto de generosidad sólo supo guiarme hasta su dormitorio, en donde intenté hacer las cosas con calma, para que la ansiedad no me jugara en contra.

Él tenía una evidente fijación por el cuerpo masculino, ya que notó muy tempranamente que yo era un hombre deportista - de él ni hablar, sus grupos musculares muy definidos y fibrosos - y hasta exploró con cautela algunos de mis atributos, casi hipnotizado. Estaba encantado, la dinámina prometía más que al principio y este momento fue crucial para que todo lo que viniera fuese más fácil. Sin darnos cuenta estábamos en ropa interior, dispuestos a seguir hasta terminar lo que habíamos empezado; así fue. Se portó muy obediente, en el momento en que lo tiré sobre la cama, de inmediato se entregó y declaró que yo era el hombre y que podía hacerle lo que quisiera - aunque reconozco que esto no fue tan excitante de escuchar -, me dejó entrar cuantas veces y al ritmo que quisiera durante una larga sesión en la que sus jadeos y gritos ahogados me hacían preguntarme para mis adentros si todo eso era tan real. 

Finalmente comprobé que sí, todo era real, la única muestra concluyente que él podía darme para demostrar que todo era así de maravilloso llegó y me hizo estallar de felicidad junto a esa sensación de relajo post trabajo bien hecho. Luego de mucho pasarlo bien se había hecho muy tarde, tenía varias llamadas perdidas y mensajes en mi teléfono, y como yo no tenía intención de quedarme ahí, recostado mirándonos las caras y haciéndonos cariños que de mi parte se veían muy forzados, después de un tiempo prudente, decentemente me vestí y me fui, con él en el marco del 1204 deseando que en un futuro no muy lejano todo se repitiera otra vez.