jueves, 15 de mayo de 2014

Certain People I've Known III

La historia del "mujer" no asumido


Había dejado de lado la aplicación para los teléfonos inteligentes y había decidido ir un paso más allá. Me metí a un famoso sitio de internet que es para conocer hombres gays, no digo su nombre, pero entrego una pista: tiene algo que ver con la cacería de hombres. Bueno, en la primera semana cayó una víctima, respondía al perfil que más o menos me resultaba atractivo de abordar: potón, pasivo y jugado. Entonces hablamos, no anduvimos con rodeos y buscamos un día en que pudiéramos concretar una cita.

Rápidamente quedamos en que nos juntaríamos en la tarde - noche en el centro, iríamos a un lugar neutro: un motel. Era mi primera vez en un lugar así, digamos que para mí resultaba entre embarazoso y medio asqueroso, porque la fama de esos servicios no es de las mejores. A pesar de eso, durante el día en que se suponía que nos encontraríamos hablamos y acordamos juntarnos a la salida de una estación de metro, saludarnos y decirnos de inmediato si nos animábamos a hacer algo.
Llegué y lo esperé durante un rato, me avisó que estaba cerca, pasaron unos minutos y lo vi llegar. Era un tipo muy femenino y grande, de labios carnosos y bien marcados - yo pensé que usaba brillo -, unas pestañas muy bonitas y alargadas - pensé que se las había encrespado - y un modo de vestir ajustado, amujerado, tan delicado como su voz. 
 
Nos saludamos y nos hicimos la pregunta del millón "¿te tinca si hacemos algo?" a la que ambos respondimos que sí, así que caminamos hacia un lugar que él conocía a muy pocas cuadras de ahí. Llegamos y por primera vez entré a un motel, aunque nunca me imaginé que sería en estas circunstancias. Dejó su carnet y entramos a la habitación que se nos indicó disponible. Entramos y no era la más linda que hubiera querido, pero era lo mejor dentro de lo que me había imaginado. Nos pusimos a conversar de pie, con algo de tensión, pero de pronto todo se hizo agua. Nos comenzamos a besar, recorrimos con fuerza nuestros cuerpos, se puso agresivo y me empezó a sacar la camisa, exploró con detalles mi pecho y admiró mis vellos. Dentro de un momento él estaba de rodillas mostrándome lo que hasta ese momento era lo que mejor sabía hacer.


Luego de disfrutar de su considerada actuación nos lanzamos a la cama - que traté de mirar poco, dado su aspecto - y empezamos a ponernos más densos en los movimientos. Tratando de calmar el momento comencé a besar su cuello por la espalda, bajando y subiendo de vez en vez, hasta que él empezó a gemir como sufriendo - salvo que yo no sabía que no era sufrimiento - y me detuve. Le pregunté si estaba bien, si había algo mal o si quería cambiar de posición, a lo que él me hizo un gesto indicando que siguiera. Yo muy metido en mi papel de hombre cumplidor seguí en mi labor por un largo rato en que los mordiscos y lamidos entre el cuello y la oreja lo obligaron a ponerse encima de mí a horcajadas. Bajó hasta mi miembro y lo disfrutó mientras que yo descansaba con los brazos detrás de la cabeza, cosa que más lo excitó, porque decía que mi postura mostraba mis brazos anchos y era muy viril, que le encantaba sentirse así y que estaba gozando de un momento delicioso.

De un momento a otro el escenario había cambiado por completo, él deseaba que lo poseyera con brutalidad o si no él mismo se haría del modo en que todo mi yo estuviera dentro de él. Me advirtió que me pusiera un condón, porque en cualquier momento iba a estar dentro y ni cuenta me iba a dar - al parecer era muy diestro cabalgando -, así qu
e tomé un forro que había dejado en la mesa de noche que estaba al costado y me lo puse con tranquilidad. Empezó a frotarse conmigo y yo sólo quería saber si es que eso era lo mejor que había conocido de él; el asunto es que aún habían sorpresas, cuando intentó sentarse se dio cuenta que de todas formas necesitaría lubricante, se untó un poco y se deslizó como si nada, no apareció ni siquiera una arruga en su cara cuando entré. Empezó a saltar como si estuviera en el hipódromo y parecía no  cansarse, pero como me gusta tener el control a mí, tomé las riendas y lo di vuelta, agarré con fuerza sus caderas y de espalda me sonrió mientras continuábamos.

Lo castigué varias veces y cada vez chocábamos con más furia hasta que de pronto le avisé que ya no podría aguantar más, estaba en la cima del placer. Extrañamente no duré tanto como siempre lo hago, así es que le pedí disculpas, pero me dijo que no me preocupara, que él estaba muy bien y lo único que necesitaba era que me quedara ahí, que él también iba a terminar. Al rato después - luego de ir al baño y tirar a la basura el preservativo - me pidió que nos recostáramos y que me pusiera encima, haciendo presión. Decía que le gustaba sentir que tenía a alguien sobre él, que se sentía contenido.

No sirvo mucho en los momentos posteriores con personas con las cuales no tengo un grado de apego ni de lazos sentimentales, así que tampoco me resultó muy fácil estar conversando en esa posición. Al pasar los minutos nos llamaron desde la recepción avisando que ya se iban a acabar las 2 horas que habíamos pagado y que si no renovábamos el servicio debíamos dejar el lugar. Nos vestimos con calma, salimos y nos despedimos antes de caminar hacia distintos lados.