sábado, 6 de septiembre de 2014

Certain People I've Known VII

Giros, giros y giros

  Todo se había ido al carajo, tras el último chico decidí volver a la normalidad, calmé mis pasiones y me dediqué a equilibrar mi vida. Por ese entonces había dejado de lado todas las aplicaciones, me habían empezado a parecer horribles; hablar con gente que buscaba "amigos" escogiéndolos por si tenían fotos de su cara en sus perfiles (si eran bonitos) o por si vivian en determinada parte de la ciudad ya me parecía lo último. Un absurdo total. Aunque siempre me había parecido un sistema viciado, era suficiente. ¿Acaso había una respuesta a esta actitud tan mezquina de algunas personas de vender un discurso que realmente nunca tuvo sentido o de querer aparentar ser alguien que no eran? Personas buscando "charla" mostrando el culo o queriendo formar amistades indicando su rol sexual... Raro.

Dejando de lado lo anterior, tuve la oportunidad de salir con un par de personas, pero nada quedó muy encaminado; obviamente Ricardo había vuelto en sí y quería una relación estable.
Resultó que mi ex, el mal nacido que alguna vez insinuó muy livianamente que yo lo había contagiado con un Condiloma, me había empezado a buscar por distintos canales: Foursquare, correo electrónico y finalmente por teléfono (que claro, no reconocí hasta luego de contestar). Muy sumiso me habló de lo que había estado pensando, que quería juntarse conmigo, hablar, que se había dado cuenta de algunas cosas, etc. Me pidió reunirnos en unos días, cuando volviera de un viaje que había hecho a su tierra natal: Chiloé. Yo, muy enajenado, le dije que lo pensaría y que no esperara que tras su llamada yo lo buscaría, que en parte, el que había actuado de mala forma había sido él, así que era su turno de ser gente y que si realmente quería que algo funcionara, se la jugara.

Llegó el día en que nos vimos y me confesó que me echaba de menos, que se había dado cuenta que había perdido a alguien importante, que con ayuda había entendido que se había arrancado de una relación con alguien que era muy valioso, que el miedo le había hecho pensar que era mejor vivir en solitario, sin responsabilidades, sin tener que responder como pololo. Me sugirió que viéramos como iban las cosas, que fluyeran y que empezáramos de cero, dejando atrás los errores. Yo acepté, imaginando que todo ese tiempo lejos algo le había enseñado...