martes, 28 de agosto de 2007

Intrínseco

El Objeto De Inherencia

Hace tanto que no pensaba en las vueltas que doy, que si vengo, si voy, que de repente llegué al comienzo y me di cuenta que los tiempos siempre giran en círculos, así como lo dijo una vez Úrsula Iguarán, pero aún puedo sentirme seguro de que ese momento todavía no ha llegado y que la curva por el momento tampoco se torna peligrosa.

Días vacíos, querer saber para donde debo ir, sentirme invadido por la idea de necesitar estar solo completamente, atropellando a la gente que se me cruza, sintiendo que todo aquél que me estorba merece ser minimizado, pero ya es una particularidad tan asociada que caería en el descaro al renegar de ello.

Por otro lado, hay que dar paso a las cosas buenas, pensar que saldrá todo bien, y que si bien no fue la mejor manera de responder, debo dejarlo tal como está, y que si así tuvo que ser, así fue, sin dar pie atrás, sin titubear ni fundirme en deseos de cosas tentadoras e imbéciles.

Por estos días rememoro aquella época en que aún latía la idea de “Víctor”, simplemente porque “You Are The Quarry” se ha apoderado de las horas de tedio y desolación. Cada vez que escucho la voz del ex "The Smith" empiezo con la tonterita de querer devolverme a ese lugar perdido, dejado en un llano inmenso y despreocupado, latente en el pensamiento colectivo, y que generaba tanto atrayentes como enemigos, teniendo presente lo que para mí significa esa mansión, su espectacular atmósfera idílica y utópica, esa sensación que me estremeció desde el primer momento en que sigilosamente miré a través de las luces excesivas que me molestaban tratando de nublarme los ojos, la pista que a ratos, después de tanto ajetreo, no dejaba pies en descanso, todos arrancando a sus prisiones, volviendo a la realidad matutina, de esa que nunca me recuperé, que nunca dejaré pasar, y que a pesar de estar bien o mal, la llevo en un hondo lugar.

No es pena, ni nada malo, sé que al leerse suena a tristeza, al contrario, es una especie de nostalgia que evoco con tanta alegría camuflada, por todo lo que fue, por lo que significa, por las aventuras que originé, por lo que pasé por primera vez en un desierto oscuro e infranqueable, lleno de ánimas que no sabías si te querían atraer a las tinieblas o si querían sólo pasar por tu lado; todo era tan mágico que desde que se terminó esa energizante realidad nunca pensé volver a reencontrarla, mas no pasó eso, más bien, un día en que iba pensando seguramente en detalles menores, apareció, sí, como nadie lo esperó, delante de mí, con esos ojos, esos ojos claros, la cara recubierta por la suave armonía blanca que le bañaba desde la primera raíz hasta el anguloso fin de esa faz inolvidable. ¿Raro, no?

Pasé por distintas etapas, ni siquiera ahora he podido dejar atrás esa imagen feliz, triste, apasionada, deprimente, al fin y al cabo, de su propiedad.