jueves, 28 de enero de 2010

Confesiones En La Barra III

Acaudalado y Latente

Cuando uno está ganoso y caliente, opta por hacer cualquier tontera que esté al alcance, así de simple, tanto así que, a veces, uno casi ni se entera de las cosas que terminó haciendo con Pedro, Juan o Diego, sólo ocurrieron, cómo ni por qué, no interesan.

Mientras me muevo, se me olvida todo; el nombre del susodicho, ni ahí, la hora, ni ahí. Con decir que hasta mi intento de bajón y encontrar a un alguien que me frene también se perdió, todo por la vil necesidad, la mal ponderada satisfacción.

Hasta que un día de esos, de la nada, se asomó una pequeña gacela entre la espesa hierba y me revolvió lo que es todo.
Traté de cazarla, pero me retracté, no pude usar mis habituales artimañas de galantería sexual y me contuve sólo a lo moral; ni yo mismo sé que cresta me pasó, no pude.

Así que como podrán adivinar, lo invité a salir otra vez, quedamos de ir al cine a ver una película que él eligiría, porque yo para el cine soy nulo, me carga, lo encuentro fomesísimo.
Lo pasamos muy bien, mucho más de lo que tenía espectado, terminamos conversando en un pub, no en el de Gustavo, obvio, porque o si no hubiera estado más pendiente de él que de mi cita.

Realmente no sé que me pasa, pero pude retener su nombre, se llama Cristóbal, trabaja en un bufet, es inteligente, tiene un talento innato con las palabras, su carisma me atonta, es muy sincero e incluso sabe bailar, así que con eso estoy pagado.

La verdad es que espero disfrutarlo más y saber si mi hora llegó, así que ATRÁS SATANÁS, déjame conocerlo, pero no en la cama... (aún).
Escena dos, luz, cámara, acción.