

Por eso creo que esa mochila imaginaria que creé aún sigue en mis hombros esperando que alguien me ayude a cargarla...
La mochila es la representación directa de una ilusión que permanece despierta, pero que nadie se atreve a espantar...
Más & Más...
Eran las 6:30 y el reloj comenzaba a sonar, un nuevo día estaba a punto de despuntar y la rutina volvía a desatarse.
- ¿Quieres pololear conmigo? -
Esa frase me daba vueltas en la cabeza, quería algún día poder decírsela a alguien, pero hasta ahí nomás llegaba la idea, porque:
Primero, no tenía a quién decírsela.
Segundo, no se me ocurría cómo hacerlo.
Tercero, conocer a alguien y llegar a tener las ganas de formar esa relación de pareja no es trabajo fácil.
Entonces quedamos de juntarnos un día en un parque en la tarde después de clases. El día llegó y yo me traté de presentar de muy buena forma, me puse la ropa que más me gustaba y acomodaba, dormí lo suficiente para llegar con cara de descansado y así no mostrarme como un tipo descuidado.
Los días posteriores fueron maravillosos, hablábamos bastante por teléfono, nos veíamos por lo menos una vez a la semana, nos juntábamos a almorzar o simplemente a caminar por algún lugar en que la naturaleza fuera abundante.
Yo andaba en las nubes, me dormía pensando en él, imaginaba que estaba a mi lado, recostados juntos, cara a cara, creando un mundo de sueños mutuos, palacios de cristal y deseaba imperiosamente que lo que estaba sintiendo yo también lo sintiera él por mí.
Así fue como un día de lluvia nos juntamos en el mismo parque conmemorativo de aquel entonces y le dije:
"¿Sabes? Te quiero confesar que te encuentro irresistible. No dejo de pensar que haría lo imposible por quedarme cerca de ti"… “¿Quieres pololear conmigo?
- ¿Cómo lo hice? ...
No lo sé ...
Simplemente me lancé a mi suerte -
Él, con una sonrisa inmensa me dijo que sí, que aceptaba.
Como imaginarán, yo no podía más y estaba a punto de estallar de felicidad.
De ahí a que esta historia sea real es otro cuento…